El proyecto se centra en una ambiciosa redefinición de la tipología de viviendas en La Floresta, haciendo esto a través de un enfoque que busca un lenguaje común para todas ellas. La rehabilitación es un proceso minucioso que presta especial atención a la fachada con el objetivo de restaurar y preservar su apariencia original, contribuyendo así a la preservación del carácter arquitectónico del barrio.
“El ingeniero canadiense F. S. Pearson (…) ideó sobre el mapa una urbanización al estilo inglés que debía ser una especie de paréntesis residencial entre la superpoblada Barcelona y el dinámico Vallés.” Con la muerte de Pearson, sin embargo, La Floresta creció de manera caótica, sin planos ni urbanistas que guiaran su desarrollo. Las casas, de un estilo más o menos burgués, se dispersaban por caminos laberínticos, ganando terreno al bosque.
En los años 70, los vecinos y vecinas vivieron la llegada masiva de un nuevo tipo de habitantes: los hippies que huían de la ciudad condal. En ese momento, algunas casas fueron ocupadas, estableciendo una cultura de ocupación que perdura hasta hoy. Así, La Floresta se consolidó como una forma de vida.
La casa que encontramos refleja esta doble herencia. Por un lado, una torre con aires acomodados, decorada con detalles cerámicos y torretas que resaltan sin llegar a ser pretenciosas. Por otro lado, un carácter austero y discreto, fiel al entorno y la historia del barrio.
Antes de la rehabilitación, la casa estaba dividida en dos viviendas, fruto de la cultura de ocupación de la zona. Una vivienda ocupaba la planta baja, mientras que la otra, accesible por una escalera exterior en la parte trasera, comprendía la planta primera y las dos torretas.
En el interior, la fragmentación en espacios pequeños minimizaba la luz y el confort, restando valor a las cualidades arquitectónicas originales. La unificación de las plantas ofreció la oportunidad de recuperar espacios amplios y luminosos, característicos de las casas de La Floresta.
El proyecto reimagina la casa como una gran comunidad doméstica. Espacios amplios y conectados sustituyen los pasillos y distribuidores estrechos, creando salas generosas que fomentan el encuentro y la socialización. La cocina y el baño se integran abiertamente al resto de los espacios, funcionando como salas más dentro de esta red de convivencia.
Las torretas se transforman en pequeños refugios introspectivos. Son lugares ideales para retirarse a pensar, contemplando el paisaje de La Floresta desde un punto de vista privilegiado.
La rehabilitación se plantea para perdurar en el tiempo, con espacios flexibles y sin usos predefinidos, capaces de adaptarse a las necesidades futuras.
El interior se reorganiza vaciando las paredes para dejar libres las tres crujías estructurales de la casa. Estas se convierten en grandes espacios desjerarquizados y conectados.
La crujía central actúa como un gran distribuidor, funcionando al mismo tiempo como comedor principal en la planta baja y como sala de estudio o juegos en la primera planta. La crujía oeste acoge los programas más abiertos, como la cocina y el baño. La crujía este, de uso libre, puede adaptarse como dormitorios o transformarse en una sala de estar, gracias a su configuración alargada y la presencia de un portal central.
A pesar de la elegancia exterior, los sistemas constructivos originales evidenciaban más un proceso de autoconstrucción que una selección cuidadosa de materiales o técnicas. La consolidación estructural y la mejora energética han sido los puntos clave del proyecto y el capítulo más significativo del presupuesto.
El aislamiento de fachadas y cubierta, la sustitución de carpinterías y la renovación del forjado sanitario han mejorado sustancialmente la eficiencia energética de la casa, reduciendo al mínimo la necesidad de sistemas activos.
En la fachada posterior, a solo 5 metros de la vía del tren, se ha incorporado un filtro espacial. Este contiene zonas de servicio como lavandería, baño, despensa y el acceso a la torreta. Este filtro actúa como un cojín acústico entre las estancias principales y el ruido del paso de los ferrocarriles, garantizando un confort acústico adecuado para los usuarios.
La fachada principal, orientada hacia el jardín aterrazado que se adapta a la pronunciada pendiente de la parcela, crea una conexión directa entre los espacios interiores y el porche exterior. Este porche, aunque incorpora algunas notas de color que revitalizan el espacio, se ha preservado prácticamente intacto para mantener la expresividad característica de La Floresta y el carácter auténtico que define esta casa.
